Nomofobia, appdicción y otros males del s.XXI

¿Vuelves a casa a por el móvil, cuando te das cuenta de que no lo llevas encima? ¿Tienes la sensación de que justo cuando desconectes el móvil al entrar en el cine, vas a recibir la llamada más importante del día? ¿Si te quedas sin batería, sufres al pensar que en breve vas a estar ilocalizable? ¿Eres capaz de interrumpir una velada para consultar los chats, por si te estás perdiendo algo crucial?
 
Si contestas a este tipo de preguntas con un SÍ, seguramente tienes nomofobia. Esta expresión inglesa viene de No Mobile (phone) Phobia, que según los estudiosos en la materia responde al miedo incontrolable a estar sin teléfono móvil o salir de casa sin él. Una verdadera enfermedad (otra!) del siglo XXI, de la mano de la tecnología.

No hace mucho Barcelona tuvo el honor de acoger de nuevo el Mobile Word Congress (MWC)  que batió su propio récord superando los 100.000 visitantes. Su lema: Mobile is everything. Ayer finalizó la octava edición del e-Show BCN, una feria que mueve unos 12.000 visitantes, 140 expositores, 150 seminarios y 200 ponentes de empresas digitales (o digitalizadas). La inmersión es tal que casi nadie pone en tela de juicio que el móvil, realmente, lo es todo. Pero lo que significa «todo» para una parte de la población mundial, dista mucho de lo que pueda representar para la otra…

La OCU elaboró un test sencillo de tan sólo 20 preguntas, para que cualquier usuario de smartphone pueda averiguar (si es que todavía lo duda) si tiene adicción al móvil.

A parte de la nomofobia, también podemos hablar de otro término aparecido para definir a aquellos que están hiperconectados al smartphone y hacen uso constante de aplicaciones: se trata de la appdicción. Es otro tipo de dependencia del móvil.

Según el informe Mobile #Appdiction realizado por OMD, utilizando un tracker en los móviles de los panelistas y utilizando la tecnología smartMe Analytics, el 87% de los españoles pasan 1,20 horas al día conectados al móvil, de modo especialmente compulsivo en las grandes ciudades, con una media de 54 conexiones diarias. Las mujeres son más adictas, aunque los hombres acceden más a un mayor número de aplicaciones. Cada usuario descarga una media de 1,3 nuevas Apps por día, y los jóvenes superan la media dedicando a su móvil 30 minutos diarios más. Los jóvenes de hecho, acceden a su smartphone ¡cada 16 minutos! Esto causa gran confusión si nos detenemos a pensar, porque supuestamente la mayoría estará en clase durante varias horas al día…

El móvil ha pasado a considerarse un artículo de primera necesidad. Como dato curioso, en el ranking mundial de penetración de mercado del smartphone, España figura en segundo lugar, con un 88%, detrás de Singapur.

Según su grado de adicción, OMD y Twitter han clasificado a los usuarios, agrupados en cuatro perfiles muy representativos:

1. Practicals: ¡Cero complicaciones, gracias! El móvil lo quieren para hablar, quizá también se suman al carro de los chats gratis vs. sms,  por lo que acabarán claudicando e instalarán Whatsapp o Telegram. Suelen ser hombres y de edad avanzada.
 
2. Relationals: viven en las redes sociales a diario, el móvil es su puerta a las redes y lo usan casi exclusivamente para este fin. ¿Ah, que también se puede llamar? ok, gracias…
 
3. Appspirationals: conectados a las apps que se basan sobre todo en las imágenes, porque una imagen vale más que mil palabras. Fans de los selfies, su móvil forma parte de su estilo de vida y les acompaña siempre.
 
4. Appdicted: realizan un uso intensivo y extensivo del smartphone. Gran parte de la memoria de su móvil se la llevan las Apps que les conectan al mundo. Hay más mujeres que hombres, y están en la franja de edad de 18 a 24 años.
 

¿Sorprendid@s? 

Visto así, realmente el mejor teléfono móvil es aquel que nos resulte útil y no nos produzca ningún tipo de alteración al prescindir de éste, pero lamentablemente ahora no podremos frenar esta tendencia, ni el avance de la tecnología, ni el consumo o uso que se hace de ésta, ni los intereses y negocios detrás del mundo móvil.
No podemos separar lo que nos aporta de lo que nos quita.

 

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