Adblocking: ¿derecho o negocio?

Si te preguntan cuándo apareció el adblocking, seguramente contestarás que en 2015 o poco antes. Y es normal que lo pensemos, el año pasado fue un auténtico boom, pero realmente hace años que existe esta tecnología capaz de bloquear publicidad online. Si no conocías el término y lo buscas en Internet, te llamará la atención. Quien más quien menos, a todos nos «persigue» la publi! 😉

Allá en 2006 se lanzaba uno de los más populares bloqueadores: Adblock (ahora Adblock Plus). Es gratuito y su función es la que indica su nombre/marca en inglés, tal cual, bloquea-anuncios. De este modo, evita que cada vez que busquemos contenido en Internet, nos veamos inundados de malware, banners, anuncios de vídeo, tracking y esas fastidiosas ventanas emergentes -que si no vigilas, clicas y te lleva a páginas que no siempre apetece ver-. Adblock Plus, en su discurso comercial, habla de buenas y malas prácticas en publicidad, de publicidad engañosa o real, y que su filtro es «capaz» de dejar pasar solamente a la publicidad buena (aceptable, dicen). Incluso en Facebook y Youtube. 

Y nos preguntamos, ¿qué es publicidad aceptable o no intrusiva? ¿hasta qué punto queremos ver o no lo que se muestra en nuestros dispositivos? ¿qué ente superior es el adecuado para determinarlo?

Cuando el adblocking pasó a ser móvil, fue cuando realmente se extendió como la pólvora. Durante años había sido un gran «aliado» (para el usuario), pero solamente territorio de navegadores de PC. En ese momento se inició un gran debate entre anunciantes, navegadores y sistemas tecnológicos (especialmente a las operadoras de telefonía), puesto que los intereses de unos y otros parecían no encontrar un punto adecuado. Se han dado reacciones rozando la exageración absoluta («esto es el VIH de la publicidad online«, «la red debería ser neutra 100% e impedir todo tipo de publicidad» -esto último es paranoico, y no es porque seamos publicistas) o claramente interesadas («daremos este servicio como opción premium, dentro de la cuota mensual: ¡Líbrate de la publicidad por siempre!»); algo así dijo uno de los gigantes de las telecomunicaciones, marca que no mencionaremos para no darle publicidad, ni aceptable ni intrusiva).

Lo que parece innegable es el negocio de los adblockers. Se dice que las empresas que deseen pasar el filtro y pertenecer a la categoría de publicidad aceptable (?), y por consiguiente llegar al usuario, tendrán que pagar (más), cediendo a la compañía de telefonía móvil un porcentaje de su beneficio.  

¿Tendrá Google que firmar un acuerdo con las compañías de telefonía móvil que ofrezcan la opción premium de adblocking? ¿Los anunciantes que no pasen por el tubo firmen ningún acuerdo, serán automáticamente etiquetados de emisores de «mala» publicidad»? 

Roi Carthy, CMO de Shine (otro bloqueador), dijo al respecto de todo este revuelo: 

«Ninguna empresa tiene el derecho divino de existir. […] Habrá víctimas, desde luego, pero no pierdo el sueño sabiendo que las redes publicitarias con un inventario remanente de anuncios desaparecerán.» 

Cuando entras en su web lo primero que lees es un mensaje claro y contundente.

Es una opinión, pero seguramente de lo que se trata es de que todos seamos libres de decidir. Internet se ha creado para conectar, difundir y compartir contenido, y recordemos que gran parte de este contenido es gratuito y no podríamos acceder a éste de no existir la publicidad. Del mismo modo como no olvidamos que existe algo llamado derecho legítimo, de usar o no un adblocker -como usuario-, de emitir publicidad o no -como anunciante-, y de bloquear publicidad o no -como operador de telefonía móvil o navegador o red social-.

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